Buena comunicación

El saludo es importante en el primer contacto.

Comunicación de malas noticias

¿Cómo actuamos en estas situaciones?

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domingo, 10 de abril de 2016

¡¡Bienvenidos!!


Bienvenidos a Comunicate, un blog creado como un proyecto para la asignatura de Innovación y Práctica Avanzada del experto en cuidados oncológicos y paliativos, por Saray Rodríguez Pérez (psicóloga), María Santos Calañas (enfermera) y Laura Suarez Escalante (médica de atención primaria). Este blog está dirigido a profesionales del ámbito sanitario, terapeutas, y profesionales de otros ámbitos que les interese este tema.

María (izquierda), Saray (centro) y Laura (derecha)
El objetivo de este blog consiste en ofrecer información acerca de la comunicación terapéutica, al igual que un espacio para el intercambio de reflexiones, observaciones y opiniones sobre temas relacionados con la comunicación, sobre todo terapéutica y el comportamiento del personal sanitario con respecto al paciente. En este espacio les vamos a ofrecer multitud de recursos que le ayudaran a mejorar el conocimiento sobre este tema y poder ponerlo en práctica.
Otro punto que ofrece es un foro de debate en el cual podéis participar y crear debates sobre temas que os resulten de interés, al igual que poder comunicaros con nosotras y con más lectores de este blog.

Esperamos que todo sea de vuestro agrado y disfrutéis del recorrido.
Os animamos a que compartáis vuestros pensamientos, consejos, cualquier comentario o experiencia que estaremos esperando muy gratamente.
Un saludo!

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jueves, 7 de abril de 2016

Introducción a la Comunicación Terapéutica


INTRODUCCIÓN:

La comunicación terapéutica se basa en la idea de que lo principal de toda relación de ayuda es la comunicación y que ésta está centrada en el paciente. La comunicación no es dar información (ésta es una parte muy pequeña de este proceso), es una manera de relacionarse, en la cual el profesional sanitario está presente con todo su ser, como testigo empático, con un compromiso de ayudar y acompañar al paciente en su realidad.
Esto es necesario porque, a causa de la enfermedad, el paciente pierde gran parte de su ser: su vida social y laboral y su rol familiar. Hablando y redefiniéndose a alguien que le escuche desde una posición terapéutica puede empezar a construir su nueva realidad.

Rol social, familiar y de trabajo                                         
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                                                                            Rol de paciente
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Para una relación de comunicación, el profesional tiene que desarrollar su humanidad, que es la cualidad que, en numerosos estudios, los pacientes dicen apreciar más del profesional sanitario. Otras cualidades que los pacientes dicen que esperan de los profesionales sanitarios y que fomentan el enfoque de la comunicación terapéutica son: una buena comunicación y que el profesional se interese por ellos.
El paciente, su dolencia y la experiencia que tenga de su dolencia, no son problemas que se deban “arreglar”, sino una situación que se debe descubrir con interés y curiosidad. No se pretende que el profesional sanitario comprenda al paciente en su totalidad, eso no es posible dado la complejidad del ser humano, pero sí que haga el esfuerzo de intentar comprender, escuchando con el mismo interés que mostraría un antropólogo en una nueva cultura.

Pero, ¿comprender qué? Lo principal es intentar entender el significado que tiene para el paciente su experiencia (enfermedad, dolencia, aspectos psicosociales, etc.), ya que la enfermedad no supone lo mismo para el que la padece que para el profesional sanitario. El significado que tiene para el paciente dará al profesional la mejor información para decidir intervenciones verbales y no verbales.

La comunicación Terapéutica

- ¿Qué es la Comunicación Terapéutica?

La comunicación terapéutica se puede definir como la comunicación específica para una relación en la que una persona desempeña el papel de ayudar a otra. Pero es mucho más que eso. La comunicación terapéutica constituye un nuevo enfoque en el proceso asistencial en el cual el centro de trabajo es el paciente, su narrativa (lo que dice y cómo lo dice), su experiencia de la enfermedad, su experiencia del sufrimiento y lo que significa para él, cómo el profesional escucha, atiende y dialoga con él sobre esa experiencia. La relación terapéutica y eficaz que el profesional sanitario establece con el paciente a través de la comunicación es la base para después poder llevar a cabo todos los otros procesos de la atención integral.
El ser humano es un ser biopsicosocial, pero la comunicación que se ha empleado hasta ahora en el entorno sanitario ha sido sobre todo funcional, un intercambio de información, lo cual tiene cierta utilidad, pero no es la forma adecuada de trabajar con la totalidad de la persona.
El paciente es un ser complejo en proceso de cambio, como toda persona, al cual se le añaden los retos que presenta la enfermedad. Para vivir con estos retos, el ser humano se enfrenta a la evolución de sus pensamientos y significados, al impacto que la enfermedad tiene sobre él y su familia, a la toma de decisiones y a verse de diferentes maneras, para lo cual la comunicación con el profesional sanitario puede ser muy útil.

Hasta ahora, cuando un profesional de la salud detectaba que un paciente estaba en proceso de cambio, la reacción era decirle lo que tenía que hacer. Esto no es útil, porque el ser humano no cambia porque alguien le diga qué es lo que tiene que hacer y cómo. Es un proceso más complejo para el cual el sanitario, a través de la comunicación terapéutica, acompaña al paciente como un “testigo empático” de la experiencia existencial del sufrimiento. El profesional debe ser un aliado y así el paciente puede ir creando otro mapa de su vida, una nueva realidad en la cual pueda adaptarse a su problema de salud. Los aspectos emocionales, psicológicos, culturales, sociales y familiares del paciente son de primordial importancia para su salud. La experiencia de la enfermedad y la calidad de vida dependerán, en gran parte, de factores que no son el cuerpo en sí, y es con estos factores con los que se trabaja en la comunicación terapéutica. La comunicación terapéutica requiere pensar de una manera específica. Antes de cualquier intervención, el profesional sanitario reflexiona y se pregunta cuál es la situación en la que se encuentra el paciente y cuáles serían los objetivos de una intervención en ese momento concreto.

Objetivos de la Comunicación Terapéutica

- Objetivos de la Comunicación Terapéutica

  •     Objetivo principal: aumentar la calidad de vida del paciente.

  •    Objetivos específicos para el paciente: Se centrarán en que el paciente…
     - Sienta que es el centro del proceso asistencial.
     - Note que su experiencia de la enfermedad es lo que más importa al profesional.
     - Pueda comunicar sus vivencias y sea escuchado.
     - Perciba que su sufrimiento (físico y emocional) es creído y tomado enserio.
     - Se sienta acompañado y menos solo.
     - Tenga la posibilidad de identificar, sentir, saber y decidir si quiere cambiar y cómo, su manera de vivir su situación para poder:
       · Enfrentarse a un reto como la enfermedad.
       · Mejorar una situación problemática o potencialmente problemática.
       · Encontrar maneras de ser y recursos personales más satisfactorios.
       · Desarrollar su sentido de la vida en una situación nueva (enfermedad, discapacidad, etc.).

  •    Objetivos específicos para el profesional sanitario:

     - Crear una relación terapéutica eficaz con el paciente.
     - Aumentar su eficacia y satisfacción.
     - Desarrollar un “saber estar” profesional por medio del pensamiento terapéutico.
     - Disminuir su propia frustración.
     - Aceptar que el sufrimiento es un tema central en la atención sanitaria.
     - Aumentar su interés por la complejidad del paciente.

     - Sentirse más humano.

Elementos básicos de la Comunicación Terapéutica

1. La empatía
“Mejor un corazón sin palabras que palabras sin corazón”.
Proverbio sudanés.


La empatía es la herramienta principal en la comunicación terapéutica: gracias a ella ésta aumenta en eficacia. Es una actitud necesaria que se advierte en la cara y en las palabras del profesional y que comunica al paciente que su situación y sus preocupaciones nos importan. Y de verdad nos tienen que importar, porque, si no es así y sólo estamos fingiendo, el paciente lo notará en nuestra mirada y la comunicación se dificultará. Con la empatía, mostramos al paciente que hemos entendido lo que siente y que somos sensibles en cada momento al contenido emocional de lo que nos está comunicando. Aparte de ser la llave que abre la puerta de la comunicación terapéutica, la empatía crea un ambiente seguro y ayuda a que el paciente confíe en el profesional sanitario. Comunicar al enfermo que aceptamos sus emociones y su situación le anima a compartir su realidad. Cuando el paciente nota que comprendemos lo que siente, sin juzgarle, sin decirle que debería sentir y pensar de otra manera, experimenta una agradable sensación de aceptación y alivio. Al mostrar empatía, el paciente sabrá que el profesional le está acompañando y que está “con él” y no “contra él”. Todo paciente se beneficia de la empatía, pero, cuanto más preocupado, enojado o triste esté, más le ayuda.



La empatía funciona
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Numerosos estudios demuestran que la empatía es eficaz en la 
comunicación terapéutica. Los pacientes que son atendidos por profesionales sanitarios formados en mostrar empatía tienen menos ansiedad y se comportan con menos hostilidad que los atendidos por los profesionales que no han sido formados en este campo. También los enfermos que son tratados con empatía experimentan una mejoría en los dolores crónicos. Finalmente, los pacientes que han sido tratados con empatía dicen que es lo que más les ayuda a enfrentarse a su enfermedad. Lo más sorprendente de la investigación puede ser que las entrevistas se alargan más cuando no se muestra empatía, dado que se invierte mucho tiempo en discusiones producto del malestar del paciente, desazón que no se está atendiendo con empatía.

¿Cómo se muestra empatía?

La empatía se nota en la actitud del profesional: en su cara y en sus palabras. Para que esto ocurra, nos tiene que importar el paciente que tenemos delante. Posiblemente, en una situación social esta persona no nos importaría tanto, pero, cuando la relación es de ayuda, es parte de nuestro trabajo el que nos importe el paciente. Si no conseguimos que nos interesen sus malestares y realidad, probablemente no estemos ejerciendo la profesión adecuada. Mostrar empatía no quiere decir estar de acuerdo o no con lo que dice el paciente. Eso no es relevante en la atención sanitaria, ya que es preciso ser neutros ante los actos y decisiones del enfermo. La empatía consiste en mostrarle que nos importa su situación y que intentamos comprenderle. Cuando se responde verbalmente al paciente con empatía sobre su situación, se debe reflejar la manera de la que el paciente ha hablado sin minimizar ni exagerar. Esto no significa repetir exactamente lo que acaba de decir. En nuestras propias palabras le indicamos que entendemos cuánto y cómo le molesta la situación que nos acaba de contar. Para mostrar empatía, también hay que manifestar ganas de entender al paciente. A veces puede ser útil intentar imaginarse lo que está viviendo y sintiendo el paciente.



2. Aceptación incondicional

No juzgar es aceptar al paciente sin condiciones, como es ahora y con su pasado, con su estilo de vida y su manera de ser, sin juicios de valor ni opiniones. Aparte de que no tenemos derecho a juzgar a otro ser humano, hacerlo pone en peligro la relación de ayuda y la comunicación terapéutica. Ayudar al otro es imposible si éste nota que le estamos juzgando y nuestro trabajo pierde su utilidad.
No es nuestra función decir lo que es “bueno” y lo que es “malo”. Eso no está dentro del campo de la salud. No juzgamos al paciente porque no ha acudido al sistema sanitario para tratar su comportamiento, sino para sus malestares. Los comportamientos del paciente los vemos como información sobre su manera de expresar su incomodidad, que es lo que nos interesa para poder ayudarle. A veces no es fácil no juzgar, ya que pertenecemos a una sociedad que, en la comunicación social, tiende a hacerlo. No es sorprendente oír a amigos o familiares decirse frases tales como: “No deberías haber hecho eso”, “con esa actitud no vas a ir lejos”, etc.
Para no juzgar es importante mantener la neutralidad y recordar que si juzgamos al paciente, con palabras o pensamientos (los pensamientos se nos ven en los ojos y en la comunicación no verbal), la relación de ayuda se bloqueará y no podremos seguir trabajando con ese paciente.
El profesional debe escucharse cuando habla al paciente y evitar dar órdenes, consejos o directrices; intentar no moralizar o ironizar; no dar soluciones o fórmulas hechas y, sobre todo, no etiquetar.
Se han distinguido varios componentes en la aceptación incondicional (Cormier y Cormier, 1991/1994; Goldstein y Myers, 1986):

Compromiso hacia el cliente. El terapeuta demuestra su interés y disposición a ayudar al cliente. El terapeuta dedica un tiempo y sus habilidades y esfuerzos para comprender y ayudar al cliente; también se compromete en una relación en la cual dominan las necesidades e intereses del cliente, mientras que las exigencias personales del terapeuta quedan minimizadas. La preocupación por el cliente debe ser genuina (y no simulada; si este fuera el caso, habría que cambiar de terapeuta) y no rutinaria, y el cliente no debe sentirse agobiado ni culpable por la gran dedicación del otro.

Esfuerzo por comprender. El terapeuta muestra este esfuerzo de varias maneras: escuchando atentamente, haciendo preguntas para obtener la visión del cliente sobre sí mismo, sus problemas y el mundo, verificando con el cliente las impresiones que ha obtenido de sus puntos de vista e indicando verbal y no verbalmente interés en comprender estos puntos de vista.

Actitud no valorativa. Es importante que el paciente perciba que se le acepta incondicionalmente como persona, sin emitir juicios de valor sobre sus pensamientos, sentimientos y conductas. Esto puede no ser fácil cuando, por ejemplo, una persona dice que está engañando a su pareja, que desea suicidarse o que querría que un hijo estuviese muerto; compárense, por ejemplo, en este último casos dos posibles respuestas del terapeuta: “la vida con su hijo le resulta imposible” contra “¿no le hace sentir mal llegar a pensar esto?”. Sin embargo, que el terapeuta acepte esto como parte de una persona por la que se preocupa, no significa que lo apruebe.

Por otra parte, aunque ciertas acciones y pensamientos pueden parecer reprobables, hay que mantener una actitud no crítica hacia el hecho de que hayan ocurrido. Esto no quiere decir que no se pueda hacer reflexionar al paciente sobre los pros y contras y consecuencias personales y sociales de los mismos; pero esto debe ser visto como una muestra de interés hacia él y las metas del tratamiento en vez de como críticas o descalificaciones.



3. La escucha activa

Escuchar lo que el paciente tiene que contar es el centro de la comunicación terapéutica, supone crear una metodología y un ambiente en el cual el enfermo y el profesional van a poder trabajar con la experiencia del paciente de su enfermedad y transformarla en algo menos difícil.
Ser escuchado con receptividad, respeto y empatía por un profesional sanitario proporciona al paciente algunos beneficios obvios, como son:
- Que se establezca una relación de confianza y respeto.
- Que el profesional conozca mejor al paciente.
- Que el paciente se desahogue y se sienta menos solo con su situación.
- Que el paciente pueda elaborar sus emociones al oírlas y conocerlas.
- Que el profesional conozca cómo es la experiencia del paciente de su enfermedad.
- Que el profesional conozca las opiniones del paciente sobre los tratamientos y los problemas que conllevan.
Pero lo más importante de escuchar al paciente de una manera receptiva es que él pueda comenzar a hablar de la experiencia de su enfermedad, su “narrativa”, y así crear el material más importante sobre el cual van a trabajar el profesional y el paciente.
Para elaborar los cuidados más relevantes para un enfermo, para entender cómo vive su enfermedad, para ayudarle a adaptarse a su situación y lograr la mejor calidad de vida dada su realidad, la clave está en lo que dice el paciente y en cómo lo dice. A través de su narrativa, el paciente, al oírse a sí mismo, comenzará a entender cómo ve su problema de salud, cómo vive su situación y cómo influye su enfermedad en su vida y en la vida de su familia y, así, poco a poco comenzará su proceso de adaptación y cambio ante las nuevas realidades que la enfermedad le presenta.
El que el paciente pueda hablar de su realidad, una y otra vez, y ser escuchado, es necesario para que, con la ayuda del profesional sanitario, vaya deshaciendo ese ovillo que es su experiencia y así se adapte a la persona que es ahora, diferente de la que era antes del diagnóstico o al principio de su enfermedad. Contar es salir de uno mismo y ser testigo de la experiencia propia. Desde esa distancia, el paciente puede encontrar un nuevo sentido e imaginar nuevas posibilidades en su vida.
Al profesional, escuchar al paciente le va a abrir la puerta a su narrativa y a la posibilidad de trabajar mejor con la realidad del paciente, porque lo que éste dice contiene las pistas para desarrollar los cuidados más relevantes. La manera en la que el profesional escucha e interviene, ayudará al paciente a redefinir su realidad y a, posiblemente, buscar otras maneras de vivirla. También, oír el sufrimiento del paciente puede ayudar al profesional a ser más humano y más auténtico.
La responsabilidad de la escucha
En la comunicación social, la calidad de la comunicación es responsabilidad de los dos interlocutores. En la comunicación terapéutica, la responsabilidad de la calidad de la escucha corresponde al profesional sanitario, ya que la escucha terapéutica es una metodología de trabajo. Siguiendo esta metodología, el profesional habla poco y escucha mucho. Su escucha, sin embargo, no es pasiva, sino receptiva: utiliza sus habilidades de observación, piensa en lo que dice el paciente, intenta entender y sigue el hilo conductor de su historia y los eventos de importancia para el paciente.

¿Qué se escucha?
Normalmente, el profesional sanitario pide al paciente que hable de su “enfermedad” (síntomas y tratamientos) pero no de su “experiencia de la enfermedad”. La experiencia de la enfermedad es cómo el paciente ve la enfermedad, cómo la vive, cómo influye en su vida y en la de su familia, cuáles son los eventos significativos relacionados con ella, cómo cree que ha evolucionado y cuál ha sido su experiencia con los tratamientos y cuidados. En fin, es la narrativa del paciente y contiene el material más importante para el profesional.
Saber el impacto emocional que tiene la enfermedad para el paciente ayudará al profesional sanitario a entender por qué, para qué y cómo se cuida el paciente.
Los pacientes no hablan libremente de su experiencia de la enfermedad. Saben que el profesional quiere cierta información y que la pide a través de cuestionarios, protocolos informatizados o PAI. Pero hacer un cuestionario guiado no es lo que más va a ayudar al profesional de la salud, porque no va a producir la información que es realmente importante para el paciente.
El profesional debe escuchar para entender mejor pero también, y, sobre todo, para que el paciente se oiga a sí mismo y se entienda un poco más. Por otra parte, que el paciente se oiga a medida que va contando su historia una y otra vez podrá, poco a poco, hacerle ver su nueva realidad y comenzar a incorporarla para poder adaptarse a lo que ha cambiado. Al ser escuchado con empatía, podrá hablar y, lentamente, encontrará una coherencia en su sufrimiento.
La narrativa del paciente, lo que cuenta, es también el puente entre su cuerpo y la sociedad, entre lo que le ha ocurrido en su vida y la gente de su  entorno. A través de su historia, el paciente conecta con los demás al intentar que entiendan su realidad.
La enfermedad ha llegado en la vida del paciente de golpe o lentamente y ha cambiado sus planes y sus esperanzas. Ha “roto” su historia y es al contarla una y otra vez cuando empieza a reconstruirla, a crear otra nueva historia con la nueva realidad de su enfermedad incorporada.

¿Cómo se escucha?
 A veces, el profesional sanitario no ha sido formado en el arte de escuchar. Por eso uno se puede sentir incómodo con este tema, pero es cuestión de reflexionar y practicar.
Lo primero que debemos pensar es que el profesional de la salud escucha desde el rol de “testigo empático”. El paciente necesita que alguien (y el profesional sanitario es la persona más adecuada) sea testigo de su realidad, se dé cuenta de lo que está viviendo y lo haga con empatía. Esa presencia del profesional que escucha con una actitud de acompañamiento ayudará al paciente a armar su historia, a hablar de su realidad y a ver su vida de una nueva manera, adaptada a la enfermedad.
El profesional necesita “dejar el control” de la conversación, no guiarla, sino escuchar a dónde la lleva el paciente. Si el profesional intenta dirigir la comunicación, no llegará a saber lo que realmente está pasando con el paciente.
Pero la escucha del profesional sanitario no es pasiva, está observando y adentrándose en la experiencia del paciente, intentando entender lo que la enfermedad significa para él. Después, en diálogo con él, le ayudará a definir las dificultades que se le presentan en el proceso de su experiencia para que pueda cuestionarlas y, posiblemente, redefinirlas y cambiarlas.
El rol del profesional sanitario en la escucha del paciente no es de espectador: consiste en ayudarle a oírse a sí mismo, a identificar las dificultades, a nombrar y expresar sus emociones, a empezar a hacer las paces con su nueva realidad y a comunicarse mejor con los demás sobre su experiencia. No es necesario escuchar la historia del paciente de una vez, es mejor ir haciéndolo poco a poco cada vez que se le ve, así el profesional puede integrar la escucha en su horario y el paciente tiene tiempo, entre cada mini-conversación, para pensar y elaborar lo que ha empezado a oír de sí mismo.
Recordar que, cuando se escucha, es importante hacerlo...
  
- Creyendo al paciente
- Mirándole a la cara, asintiendo
- Afirmando su experiencia de la enfermedad
- Respetando su verdad
- Mostrando empatía (comunicándole que “usted me importa”)
- Manteniendo la tranquilidad (las prisas no aumentan el tiempo)
- Recordando que cinco minutos de escucha empática y tranquila son la mejor ayuda
- Sabiendo que es mucho más importante que el paciente se sienta escuchado, sea escuchado y se oiga a sí mismo que hablar uno
- Recordando que la escucha es el elemento más importante para que el paciente se adapte a su problema de salud, su adhesión a los tratamientos y su bienestar emocional
- Asegurando al paciente que se va a mantener la confidencialidad
- Con atención
- Con ganas
- Con una mirada que respeta pero no rescata
- Sin interrumpir
- Sin juzgar ni opinar
- Sentado (aunque sea dos minutos), apoyando la espalda contra el respaldo de la silla
- Sin escribir mientras se escucha (no mire la pantalla del ordenador, mire al paciente, su cara)
- Sin jugar con el bolígrafo
- Cuando habla usted: sea breve, hable desde su papel terapéutico, haga preguntas neutras y abiertas y asegúrese de que sus intervenciones muestran empatía y respeto
- Recuerde que el rol de enfermería no es solucionar, resolver, “hacer ver” ni insistir, sino acompañar.



4. El silencio

Hay mucha comunicación en el silencio. Aunque en nuestra cultura no estamos cómodos con él, es una parte importante de la comunicación terapéutica.
El silencio no es un vacío, es una señal de que la persona se está tomando tiempo para pensar e interpretar lo que se ha dicho y de que las emociones y el sufrimiento necesitan espacio y tranquilidad para moverse, sentirse y transformarse.
El tiempo en silencio es un tiempo real, sin el fingir que, a menudo, se lleva a cabo con las palabras con las que se llena el espacio.
El silencio, en la comunicación terapéutica, sirve para:
- Ayudar al profesional a captar las emociones del paciente.
- Dejar al enfermo que marque su ritmo en la conversación.
- Que el paciente no se sienta agobiado.
- Dar al profesional tiempo para reflexionar sobre lo que ve y cómo intervenir.

Para tener en cuenta el silencio en la comunicación terapéutica es importante, primero, que el profesional identifique su propio grado de tolerancia al mismo. Una vez hecha esta reflexión, el profesional puede dejar que, después de cada frase que dice el paciente, haya unos segundos de silencio. Es en ese espacio de tiempo posterior a las palabras donde surgen las emociones. Si el paciente no está cómodo con el silencio, él mismo lo llenará. Hacerlo no es una función propia del profesional, ya que el silencio después de cada frase es parte del enunciado y corresponde a quien acaba de hablar. No es correcto interrumpir el silencio del paciente.


Cómo comunicar malas noticias: Protocolo de seis etapas de Buckman

Cómo comunicar malas noticias: protocolo de seis etapas de Buckman

Primera etapa. Preparar el contexto físico más adecuado
En esta etapa se incluirían todos los aspectos relacionados con el momento más adecuado, lugar, profesional, paciente, etc., así como una pequeña evaluación del estado emocional del paciente para averiguar si es el momento más adecuado para dar la mala noticia; por ejemplo, ¿Cómo se encuentra hoy?, o ¿Qué tal, cómo se siente?, o ¿Se siente hoy lo suficientemente bien para hablar un rato? (dependiendo de la situación se elegirá una de estas preguntas o alguna similar).


Segunda etapa. Averiguar cuánto sabe el paciente
Esta fase es muy importante, ya que el paciente a menudo presenta ideas o al menos sospechas que pueden ahorrar mucho camino al profesional (imagínense un paciente fumador que ha estado ingresado porque le vieron «algo» en un pulmón y le han hecho mil pruebas en el hospital incluida una broncoscopia). El aporte de la información y el impacto que puede producir dependerán en gran medida de la correcta ejecución de esta fase.
Se realiza mediante preguntas indirectas abiertas y escucha activa con técnicas de apoyo narrativo, concentrando la atención no sólo en la narración del enfermo, sino también en su comunicación no verbal. Interesa particularmente saber cómo de grave cree el paciente que es su proceso y cómo puede afectar a su futuro. Estos aspectos interesan mucho más que el hecho de si conoce el nombre de su enfermedad o su pato-fisiología. No conviene por supuesto «recrearse» en aspectos sin trascendencia en la evolución del paciente o familiar o que no sean necesarios para la comprensión del proceso.
Podrían utilizarse preguntas como:
— ¿Qué piensa usted sobre este problema, su dolor en el pecho, su tos, etc.?
— ¿Qué le han dicho sobre su enfermedad?
(Esta pregunta es muy positiva de cara a evitar malos entendidos o mensajes contradictorios o con matices diferentes, problema relativamente frecuente en pacientes que son atendidos por distintos profesionales en diferentes ámbitos: pacientes oncológicos, etc.):
— ¿A qué cree que puede ser debido su problema?
— ¿Cómo ve usted esto de grave?
Incluso estas preguntas conviene hacerlas de forma escalonada, dejando por ejemplo la última de las descritas para al final de esta fase, cuando ya hayamos captado parte de las creencias del paciente.
Con este tipo de preguntas podremos obtener información del paciente en diferentes aspectos:
• Cómo se acerca su impresión a la naturaleza real de su problema.
• Características del paciente: nivel educacional, capacidad de expresión, preparación, etc.
• Estado emocional en relación a su proceso. Conviene estar atento a lo que el paciente dice y a lo que no dice o evita decir, así como a todas las claves no verbales que seamos capaces de captar. Es interesante advertir la falta de concordancia entre comunicación no verbal y verbal.
Por otro lado, este tipo de preguntas en una persona que no sospeche nada pueden ayudar a aclimatarlo a la nueva situación.
Una vez que hemos explorado lo que ya sabe, debemos saber lo que sospecha. Si no ha salido con alguna de las preguntas anteriores se puede añadir alguna de las siguientes:
— ¿Y usted por qué cree que le han hecho todas estas pruebas?
— ¿Y qué es exactamente lo que le tiene preocupado?
— ¿Está usted preocupado por...?
— ¿Hay alguna cosa que le preocupe?
En una segunda fase podemos introducir preguntas sobre el futuro, sobre todo en el tipo de pacientes que sospechemos no saben nada de la naturaleza de su problema. Por ejemplo: ¿Qué planes tiene usted con respecto a su futuro? Esta fase pretende minimizar la incomodidad en la medida de lo posible y transmitir al paciente que nos interesamos por lo que piensa y siente, estando dispuestos a escucharle.
Hay que tener en cuenta que el profesional no es el único medio de información. El paciente recibe información a través de otros enfermos, de medios diagnósticos o terapéuticos, de otros profesionales o de los medios de comunicación.
Otra ventaja añadida de una correcta ejecución de esta fase es evitar los mensajes más o menos contradictorios que entre distintos profesionales se producen a menudo, ya sea por distinto criterio, por miedo a decir la verdad, por inseguridad o desconocimiento.


Tercera etapa. Encontrar lo que el paciente quiere saber
Esta fase es fundamental a la hora de compartir información posterior con los pacientes. A veces es difícil conocer si el enfermo quiere saber y si la información que se está aportando es mucha o escasa. O sea, que es difícil saber cuánta información es capaz de asimilar en cada entrevista.
Aconsejamos preguntar directamente qué nivel de información puede asimilar. Por ejemplo: Si esto se convirtiera por casualidad en algo grave, ¿pertenece usted al tipo de personas que le gustaría saberlo exactamente? ¿Le gustaría que yo le explicara todos los detalles del diagnóstico? ¿Es usted del tipo de personas que le gustaría conocer todos los detalles del diagnóstico o preferiría sólo conocer el tratamiento a seguir? Si el problema fuera grave, ¿cuánto le gustaría saber sobre él?, o, ¿Le gustaría que le explicara todos los detalles sobre su problema o hay alguien más a quien le gustaría que se lo contara?
De estas preguntas hay algunas que dejan capacidad de elección al paciente. Es decir, preguntas como las de ¿Es usted del tipo de personas...? reconoce que existen personas así y le hace más fácil reconocer su postura en caso de no querer información. O, por otro lado, en la última pregunta se deja abierta la posibilidad de desplazar el peso de la información a otra persona del entorno.
Este tipo de preguntas puede parecer que «desvela» información o que incluso puede causar más estrés en los propios pacientes, pero la realidad es que si se realiza bien, puede clarificar muchas cosas al profesional sin perjudicar al paciente.
En cualquier caso, como ya se ha expresado anteriormente, no es necesario preguntarlo tan abiertamente para conocer si quiere y cuánto quiere saber un paciente. Una sensibilidad adecuada en el profesional puede obtener la misma información. En nuestra cultura, una opción puede ser la de esperar a que el enfermo sea el que nos pida más información, muy pendiente de la comunicación no verbal, esperando a que el paciente asimile cada «parte» de la información que se le haya dado con silencios y escucha activa, y que nos pida más mirando al profesional en actitud de espera o pidiendo más información con preguntas directamente. Un símil útil podría ser el de darle un trozo de tarta (pequeño para que no se le haga difícil de digerir), y esperar a que lo asimile y nos pida más porciones según su propio ritmo de asimilación.
En caso de que el paciente exprese su preferencia por no discutir el tema o lo dé a en-tender, debemos dejar siempre abierta la puerta, ya que un porcentaje de ellos pueden cambiar de opinión posteriormente. Pero el respeto a la decisión del paciente debe ser obvio.


Cuarta etapa. Compartir la información
Si el paciente en la anterior fase ha expresado su deseo de compartir toda la información procederemos a ello. Si el paciente lo negó, pasaremos a discutir el plan terapéutico.
El aporte de la información aquí tiene un doble papel: que el paciente conozca su proceso y realizar un diálogo terapéutico.
Lo primero es «alinearnos» con el paciente, partiendo del nivel de información que ya tiene. A continuación se deciden los objetivos de la entrevista: qué aspectos informativos y educacionales van a ser tratados. Es esencial tener una agenda clara, siempre muy abierta a la agenda del propio paciente. A partir de aquí empezaremos a abordar elementos del diagnóstico, tratamiento, pronóstico o apoyo del paciente en función de las necesidades.
En esta fase es importante ser consciente del derecho del paciente a tomar sus propias decisiones, en relación al tratamiento principalmente, y que ello no genere frustración en el profesional si no coincide con su visión de la situación.
Como ya se ha dado a entender, esta fase puede ser simultánea a la etapa anterior, siendo la petición del paciente de más información la que nos detalla su capacidad de asimilación y la que nos permite decidir cuánta información debemos darle.


Quinta etapa. Responder a los sentimientos del paciente
Consiste básicamente en identificar y reconocer las reacciones de los pacientes. Unas malas noticias bien comunicadas pueden fracasar si el profesional no desarrolla adecuadamente esta fase. Como elementos importantes hay que destacar aquí el papel de los silencios, la empatía no verbal y la escucha y el respeto al paciente.


Sexta etapa. Planificación y seguimiento del proceso
El seguimiento debe ser consensuado por ambos. El profesional debe dejar claro al paciente que siempre estará a su disposición para lo que necesite. Debe estar continuamente atento a los problemas o preocupaciones del enfermo, y movilizar también todas las fuentes de apoyo familiar o social que sean necesarias en cada momento. En este sentido, hay que tener en cuenta que este tipo de enfermos generan verdaderos núcleos de soledad al no compartir sus preocupaciones y miedos con otros familiares o amigos para no hacerlos sufrir. Debe aclararse la continuidad de nuestra atención en estos aspectos comunicacionales tanto como en el proceso físico.
La actitud obviamente debe ser positiva, preparándose para lo peor cuando exista esta posibilidad y esperando lo mejor, sin falsas esperanzas y sin aportar información no real.

Debe planificarse una determinada estrategia en relación al número de visitas, fases del tratamiento, etc. El paciente debe comprobar que controlamos la situación.